A las mujeres les gusta que las maltraten

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Entiéndaseme bien. El titular del artículo pretende expresar más claramente lo mismo que Fernando Gálligo Estévez, psicólogo del instituto andaluz de la mujer, ha dicho más suavemente con la afirmación de: “A muchas jóvenes les siguen gustando los chicos malotes”. Además hay que entender que el titular se refiere a una tendencia general, un rasgo frecuente del carácter. Como tal, es susceptible de ser más o menos intenso, o incluso de anularse en algunas mujeres.
El atractivo que muchas féminas parecen encontrar en los hombres que descaradamente realizan un mal comportamiento de forma generalizada parece residir en que ellas creen atisbar en esta clase de actos un indicio de masculinidad. Es por esto que los resortes biológicos parecen activarse indicándoles, por medio del atractivo sexual, que el hombre adecuado es el que se presenta como malvado. Teniendo en cuenta que el comportamiento perverso que les produce tan favorable impresión sea seguramente el mismo que dejará sus huesos, su alma, o ambos lastimados, habrá que suponer que, desde un punto de vista evolutivo, esta elección es un fracaso.
Aunque Gálligo prefiere centrarse en lo políticamente correcto y en lo patológico, refiriendo esta situación a una de maltratos previos, lo cierto es que la tendencia se encuentra tan extendida que difícilmente se puede circunscribir únicamente a este referente, aunque sí que sea cierto en bastantes casos. Comprender que en las personas coexiste lo animal y lo humano nos ayuda a ver que el sexo también determina el carácter de los individuos y las relaciones entre ellos.
Muchos niños, cuando consiguen ver relaciones sexuales, frecuentemente confunden o asocian éstas con un acto violento. Si bien esto suele ser una malinterpretación debido a la novedad, tampoco andan muy desencaminados. Para empezar, desde un punto de vista superficial, lo que el niño suele ver es cómo un hombre ejerce una acción sobre una mujer y ésta profiere alguna clase de “gritos” (gemidos). Resulta lógico que, al no saber lo que está sucediendo, pueda pensar que se está infringiendo algún tipo de daño sobre la mujer pues ésta parece lamentarse. Esta percepción infantil ayuda, sin embargo, a ver la situación desde un punto de vista más neutro dejando más a las claras una de las connotación del sexo, lo que se podría llamar “dominación” o “conquista”. Palabras que aquí hay que entenderlas de un modo connotativo y no de una manera “estricta”. Lo que ya está probado y delimitado desde un punto de vista biológico es que la agresividad es mayor en el hombre que en la mujer. Evolutivamente cabría pensar que un mínimo de agresividad haya resultado necesaria para franquear la barrera del “himen” y que, quizás, si el hombre no tuviese ese punto extra de agresividad la especie no se hubiese multiplicado por medio de otros caminos. Pero, como decía antes, sexo y carácter se hayan relacionados haciendo que las características de cada sexo tengan su prolongación en los individuos. De esta manera, por ejemplo, los hombres suelen preferir opciones que les supongan alguna clase de poder o estatus, mientras que las mujeres tienen una mayor capacidad para lo que podríamos llamar “receptividad productiva”. Fijándonos en aspectos de esta clase veremos que la combinación no es tan distante a la que se da en este “paradójico gusto” de las mujeres por ser maltratadas. De una manera similar, la acción, se desarrolla en la misma dirección. Es decir, es el varón el que muestra su agresividad, el que infringe algún tipo de acción para interactuar con la mujer. Así pues, desde un punto de vista emocional, no resulta tan extraño que el “gusto por el maltrato” se pueda asociar a lo que sería una relación normal de carácter sexual.
Existen además otra serie de factores que inciden en esta fascinación por lo malvado. La teoría de Stendhal de la cristalización en el amor creo que es un buen paradigma. En ella se describe cómo, para alcanzar las más altas cotas de emoción, se hace necesario un período de “desengaños”. Una forma de tensar la cuerda pero sin que ésta se rompa. Estos desengaños permiten saltar a las siguientes cristalizaciones ya que alimentan el deseo y, sobre todo, la esperanza. Aunque la cuerda se pueda “tensar” de distintos modos, uno de ellos es el manido “mal comportamiento”. Algo que, además, recupera la fascinación humana por lo inalcanzable, lo vital, o, incluso, por lo que Conrad describiría en “El Corazón de las tinieblas” como el “horror” de la existencia.

7 comentarios:

P :
30 de enero de 2011, 0:08

En esto estaba yo pensando hoy precisamente. En el mal ejemplo que se les sigue dando en algunas sociedades a los jóvenes y a los niños en materia de educación sexual e igualdad de sexos. Así no vamos a lograr que en un futuro próximo los adultos eviten la llamada violencia de género y la igualdad de roles dentro de la relación hombre-mujer. Porque conviene recordar que, por desgracia, el maltrato dentro de la pareja se da también entre varones y mujeres gays y lesbianas,respectivamente. Lo que pasa es que en estos casos la visibilidad en las estadísticas no es tan clara.

Desde pequeños, a todas las personas se les debería inculcar que nadie tiene derecho a maltratar a nadie. El mayor obstáculo para ello es, todavía en la actualidad, los prejuicios machistas dominantes.

Este blog me parece excelente y lo visitaré con frecuencia a partir de ahora.


Cordiales saludos desde Málaga.

Misántropo :
3 de febrero de 2011, 0:24

A mi modo de ver la sociedad actual es violenta. Más unas que otras , claro. El maltrato de género viene es buena parte desde ahí. Las sociedades matriarcales, por ejemplo, son menos violentas y, consecuentemente, la violencia de género es también menor.

Muchas gracias por tu amabilidad y saludos.

Cisne Gaseoso :
15 de marzo de 2011, 19:23

El hecho de que vivamos en una sociedad violenta, como dices, implica que, en lo básico, no usamos demasiado la razón y sí todo aquello que arrastra el ello, el instinto, nuestra parte más animal.
Que algunas mujeres, no todas, por suerte, se interesen por hombres dominantes, me recuerda a la manada de primates y otros mamíferos, en los que los más aptos para líderes se pelean entre sí por las hembras. Las hembras acceden a aparearse con los ganadores de la lid. Con otras palabras, que considero que es algo arraigado en nuestra especie, no sólo en la hembra, que hace de sumisa ante el maltrato, si lo hay, y la dominación; sino también al macho, que se hace el dominador, el jefe, el malo, el poderoso o lo que sea. Esos juegos de poder, especialmente en la cama, me parecen grotescos y reduccionistas.
Pero nuestra parte animal se las trae y, a veces, sólo nos sirve para perpetuar esquemas animales, esquemas de primates, de manadas...
Esa ligazón sadomasoquista que se da en muchas parejas, me causa risa. Es un fiel reflejo de nuestra involución humana, de nuestra moral endeble y de nuestra racionalidad atrofiada.
Saludos.

Misántropo :
16 de marzo de 2011, 10:44

Es cierto que una sociedad violenta impide el uso correcto de una de las principales capacidades del ser humano, la razón. El problema llega en saber qué es lo que aparece cuando falta la razón. Es cierto que los instintos básicos pueden mostrarse más intensamente, pero no creo que esto suceda desde la interpretación que hacía Freud de la cultura como represión de un ser humano intrínsecamente malvado y egoísta. Por el contrario, esta asociación entre los instintos y la peor codicia fue una justificación de la sociedad burguesa en la que vivió el propio Freud. Claramente le faltó perspectiva antropológica para comprender que el modelo natural de ser humano no es como quería dar a entender la sociedad de su momento. Pienso que lo que realmente sucede es que, una vez anulada la razón, el ser humano precisa igualmente encontrar un sentido a su existencia. Si no lo encuentra mediante el conocimiento lo puede buscar mediante formas bastardas. Por ejemplo, dominando a sus semejantes.

Recuerdo a una pareja de Hemingway decir que lo que le más le atraía de él es que fuese el "macho alfa". Sin embargo también hay que entender que la categoría de "macho alfa" también existe en relación a quién lo juzga. En una sociedad violenta el "macho alfa" será el más agresivo físicamente, en una sociedad más pacífica esta misma persona perdería relevancia social y atractivo. Así pues yo diría que no hay un único "macho alfa", sino distintos según los contextos y las personas.

Una de las cosas que intentaba aclarar con el artículo es que la asociación entre maldad y masculinidad es una equivocación frecuente motivada, en buena medida, por la ignorancia. Pienso que se confunde uno de los ríos que alimenta el atractivo erótico y, en consecuencia, la "selección" de la mujer acaba siendo la equivocada.

El sadomasoquismo se basa en la simbiosis con otra persona a través de la sumisión o de la dominación. En ambos casos una parte queda anulada y sólo "es" en la medida en que puede serlo mediante la otra parte. Ni que decir tiene que ni moral, ni psicológicamente hablando, es un modo de relación natural ni es sano. El amor, en cambio, no funciona anulando a ninguna de las partes.

Saludos

lany :
18 de julio de 2012, 17:06

Como mujer lo único que te puedo decir es que me produce mucho rechazo la agresividad masculina, no me gusta en absoluto, ni me incentiva, ni me provoca ningún entusiasmo. En la vida cotidiana (trabajo, relaciones sociales), no me funciona que me den caña, es más me produce un profundo malestar y procuro en la medida que puedo alejarme de esas personas. Creo que no todo se puede explicar a través de la biología, hay motivos históricos y sociales que promueven determinados comportamientos que se adhieren a nuestro ADN, sin que seamos muy conscientes de ello. Creo que en el sistema en el cual vivimos hay una serie de valores que forman parte de nuestros criterios vitales (estatus, dinero, éxito), esto se hace evidente sobre todo en el hombre. Necesitan ser reconocidos a través de ellos, socialmente, y cuando no se consigue se frustran, porque consideran que ponen en cuestionamiento su hombría.
Con la mujer no hay tanta presión social, porque históricamente no se la ha valorado tanto por esas razones. Así que a veces me pregunto, hasta que punto esa frustración en momentos de crisis provoca una violencia que no aparece cuando las cosas van bien. Creo que estos comportamientos no siempre son evidentes, sino que salen a la luz cuando la situación es propicia. El sistema de valores condiciona mucho, crea una visión sesgada de la realidad, cosificando a las personas, esto se hace patente en muchos aspectos de nuestra vida, sobre todo en una sociedad como la nuestra.

Anónimo :
13 de agosto de 2012, 2:41

Creo que aún subyacen en el hombre y mujer modernos los instintos animales de macho y hembra que nos llevaron a la supervivencia durante nuestro pasado evolutivo. Luego entonces porqué utilizamos términos hasta cierto grado despectivos al referirnos a nuestros impulsos animales ancestrales?
¿Realmente una mujer-hembra no se siente atraída por rasgos machistas?

Anónimo :
7 de septiembre de 2012, 0:36

ES NUESTRA NATURALEZA ES ANTI EVOLUTIVO Y PRIMITIVO LUCHAR CONTRA ELLA

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